Atlético por la Gracia de Dios.

Quiero dedicar este blog a mi hermana pequeña Pilar, que está en el Tercer Anfiteatro del Calderón compartiendo grada con muchos de los nuestros. Va por ella. Va por ellos.

martes, 21 de septiembre de 2010

De Portero y Días de Fútbol.



No tengo ningún argumento convincente para justificar la derrota del domingo. He manejado varios, conste. He barajado desde lo injusto que me parece que un equipo tenga más días de descanso hasta la alineación de un renqueante Agüero. Pero no, no hay escusa posible. El domingo nos pasó un equipazo por encima. El domingo jugamos contra un equipo que no nos dejó ni oler la pelota. El domingo jugamos contra un equipo que presionó de una manera brutal nuestra salida de balón (de eso nunca hablan los sabios, curioso). El domingo, en definitiva, nos arrasó una selección campeona en el último Mundial reforzada por Dani Alves (el mejor lateral derecho del mundo y el tío más gilipollas, con perdón, de la Galaxia), un tal Maxwell ¿Smart? y por Leo Messi (el mejor jugador del Sistema Solar y el tío más amargo del mismo).
Ante un equipo así es casi imposible plantar cara (de ganar ni hablamos). En los dos últimos años les habíamos ganado en Casa. No lo ha hecho nadie. Pero este año Guardiola vino a por el único título que le faltaba en su currículum: la victoria liguera en el Estadio Vicente Calderón. Y para un personaje tan pagado de sí mismo no es mal título, por cierto.
Guardiola, ex-jugador y entrenador que siempre me ha caído francamente mal (me ha parecido exageradamente “tontito”), nos planteó un partido de chapeau. Todos teníamos claro que había que parar a Xavi y evitar los balones a la espalda de nuestros laterales. Lo que ninguno contábamos era con la posición en el terreno de juego de Busquets. Magistral. El agujero que creó en nuestro medio campo fue tremendo. Busquets sacaba el esférico como si de fútbol sala se tratara. Agüero no podía presionarle y Forlán no estaba. Nuestros esforzados Raúl García y Assunçao fueron literalmente masacrados por Busquets, Xavi e Iniesta. Cuando llegaba alguno a taparles abrían a banda, a la dichosa espalda de nuestros defensas, donde entraban totalmente desmarcados Messi, Pedro, Dani Alves, Villa o Maxwell. Nuestros laterales fueron superados al estar siempre en inferioridad. Reyes y Simão no pudieron ayudar mucho ya que se veían más útiles intentando taponar el socavón de 50 metros cuadrados que teníamos por el centro. En todas las parcelas del campo los barcelonistas estuvieron en superioridad. ¿Cómo contrarrestar esto? Ni puñetera idea, la verdad. Enhorabuena, Guardiola.
Los nuestros bastante hicieron con capear lo que se les vino encima. ¿Se debió haber mejorado la actitud, como dicen unos? El juego culé hizo, quizá, que pareciéramos un equipo entregado. No creo que fuera problema de actitud.
De aptitud ni siquiera vamos a hablar.
Nos ganaron simple y llanamente porque son mejores.
A esperar ahora que el equipo sepa asumirlo y continúe ilusionándonos como lo ha hecho durante los últimos cinco meses. Yo creo. Yo quiero creer. Yo prefiero creer

Como este semiblog es optimista por principios, vamos a centrarnos en lo que realmente nos interesa: lo positivo.

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El Portero del Atlético.
Similar al socavón del que hablábamos era el que quedó en nuestro corazón tras la marcha de Fernando Torres. Cuando un jugador es joven y ha salido de la cantera sentimos inmediata devoción por él. Si llega a cuajar, consideramos impensable su marcha. Si ésta llega a producirse la consideramos irreparable. Hasta que viene el siguiente, claro. De una tacada nos hemos encontrado con dos chavales, Álvaro y David, David y Álvaro, que deben darnos infinidad de alegrías con el Atlético (dos títulos, de momento) y con la Selección.
David de Gea despuntó de bien pequeño. Hace cinco años que ya venía sonando como futuro portero del Atlético. La primera vez que tuve ocasión de verle fue en el equipo cadete hace 4/5 años. Esa temporada terminaríamos ganando la liga con el gran Javier García Márquez (hoy en el Internacional de Madrid) al mando. Me sorprendió su envergadura, la verdad; porque además de hablar de un tipo alto, estamos ante un par de brazos interminables. El chaval completaría tres siguientes temporadas magníficas tanto en nuestra cantera como en la selección. Hace dos años tuvimos dudas tras una temporada bastante oscura en el Madrileño. El año pasado entra definitivamente en el primer equipo y se hace, accidentalmente, con la titularidad. Hasta hoy.
Lo primero que notamos fue la tranquilidad con la que jugaba. Bien es cierto que veníamos de un Asenjo muy nervioso, pero lo de David era asombroso. “¡Qué tablas tiene el chaval!”, comentaba la Grada. Con partidos, con errores (que alguno ha tenido), con derrotas y con victorias fue curtiéndose. Cogió un equipo desahuciado y, lo qué son las cosas, dos títulos, una final, muy buenos partidos, alguno peor, y la confirmación de que tenemos portero en el Atlético, si Dios quiere, para muchos años.
El partido que cuajó ante el Barcelona fue extraordinario. Salvó cinco goles cantados con cinco paradas de escándalo. Fue maravilloso verle volando a una escuadra, a la otra. Un balón a la base del poste que lo saca al córner. Dos unos contra uno en los que tapa perfectamente al delantero. Dos remates a bocajarro, en fuera de juego, que saca milagrosamente. Etc., etc., etc.

Siempre me han caído especialmente bien los porteros. Quizá por haber ejercido durante bastantes años. En mis tiempos de árbitro solía, incluso, animarles tras una buena parada (“¡enorme, portero; enorme!”). Los jugadores al principio se asombraban, pero luego lo entendieron. Y es que el portero siempre ha sido el jugador más querido el equipo.
Recuerdo que desde crío he sido seguidor incondicional del portero del Atlético. De casi todos he sacado algo. A casi todos he justificado (desde el barbudo Pereira hasta el larguirucho Elduayen; desde el elegantísimo Aguinaga hasta el desgraciadísimo Asenjo; desde el pintoresco Burgos hasta el palomitero Aragoneses). Las excepciones fueron Toni Jiménez y Esteban: eran muy malos y me resultaban patéticos.
De cuando empecé a viajar con mi padre siguiendo al equipo, recuerdo un partido en Zaragoza. Debutó (creo) Ángel Mejías. El partido lo palmamos (2-0) con goles de Amarilla (un delantero paraguayo que me encantaba). Pero el partido que se marcó nuestro cancerbero fue memorable. A pesar de la derrota, salimos contentos porque parecía que tendríamos portero. Pero ….
Luego vendrían los Fillol, Abel, Diego, Molina, Rico, Claudio, Svenson, Hombrados, …. Perdonen pero se me ha ido la pinza.

Vamos que tenemos Portero. Pero no sólo eso, además tenemos un Símbolo, una Referencia en la que se miren nuestros chavales. Y eso es de agradecer.

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El Día de Partido Grande.
De las cosas más bonitas que uno ha tenido la suerte de conocer está el día de Fútbol (con mayúsculas).
Desde hace unos años vivo en el populoso barrio de Legazpi. Legazpi es uno de los siete barrios que tienen el honor de conformar el Distrito de Arganzuela. En éste está ubicado el Estadio Vicente Calderón. Tras toda una vida en Pueblo Nuevo, ahora vivo en el distrito del que es alma el Atlético de Madrid.
De un tiempo a esta parte subo andando al Estadio Vicente Calderón. En días como el domingo es una auténtica gozada.
Desde la Plaza de Legazpi cogemos el Paseo de la Chopera. Bastante gente opta por coger el 18 de la EMT. Uno, visto el refuerzo que hace de la línea en días de partido nuestro queridísimo Consorcio de Transporte, tiene decidido subir andando pues llegará bastante antes. Los más deciden caminar.
Atravesamos al poco la Plaza del General Maroto, donde nos encontramos con la sede de la Peña Atlética Legazpi. Como nos la encontramos cerrada seguimos andando.
Cuando cruzamos el Puente de Praga cambia de nombre el Paseo: ahora será el de las Yeserías. Para celebrarlo, parada obligada en el Coppola para tomar un cafelito con hielo y cruzar las primeras palabras con algún querido desconocido sobre el partido.
Seguimos andando. Según se va subiendo, se puede ver, ahora a la izquierda, el paisaje lunar en que ha convertido nuestro estimadísimo Alberto I “el Gallardón” el otrora magnífico Parque de la Arganzuela. Así llevamos cuatro años. Afortunadamente al año que viene habrá elecciones y Su Ilustrísima tendrá a bien adecentarnos la zona en breve.
Tras la última pendiente, bastante dura, entramos en la Glorieta de Pirámides. Aquí el personamoto es terrible. Cruzar el Paseo de las Acacias es relativamente sencillo. Hacerlo en la calle Toledo es imposible. El que reguló los semáforos en su día, debía pensar que todos los habitantes de la zona y aficionados atléticos eran deportistas de élite. Eso o que no tenía muy claro lo de atléticos. Y desde que uno empezó a ir al fútbol (hace 33 años) sigue exactamente igual. La gente que no es tonta, que lo ve como una tomadura de pelo, no hace caso ni de semáforos ni de las indicaciones de los policías municipales (la Policía Municipal es esa cosa que se pone a dirigir el tráfico y consigue, a veces incomprensiblemente, colapsarlo). Sólo queda cruzar el Paseo Imperial para llegar a nuestro querido Paseo de los Melancólicos.
Ya en Melancólicos cada uno se dispersará hasta su punto de reunión.
Es alucinante la cantidad de niños que vienen al Estadio Vicente Calderón. Quien haya viajado con el equipo podrá comprobar que no pasa en ningún otro lado. ¡Y qué pulmones tienen los chavales para atronar la calle con esas trompetas!
El momento pre-partido es lo más emocionante de una tarde/noche futbolera. El reencuentro de viejos amigos tras ½-1-2 semanas de ausencia es emocionante. Tras interesarse por las respectivas familias, se pasa al grano: una cerveza y las previsiones futbolísticas para la tarde.
Para el que llega con duda, es de gran ayuda el reencuentro. Las dudas se disipan enseguida; como mucho al tercer botellín.
Como siempre, se nos hará tarde. Prisas de última hora. Mucha cola para entrar. Otro botellín. El torno. Las galerías del Estadio. Luz al final del vomitorio.
Y, por fin, el fútbol. El Atlético. Nuestro Campo, Nuestra Gente.

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La crónica de hoy va dedicada a la memoria de todos nuestros familiares y amigos que perdieron la batalla contra el maldito cáncer y a todos aquellos que luchan por vencerlo. ¡Aguante “Profe”!
Se les quiere.
¡FORZA ATLETI!

martes, 7 de septiembre de 2010

Viaje disparatado a Mónaco



Hoy no voy a hacer crónica del partido porque tendría que inventar un montón de cosas, les tendría que hablar de oídas o de leídas. Muchos de ustedes incluso habrán visto el partido varias veces. Si quieren una crónica del mismo les recomiendo que acudan a “El Rojo y el Blanco” o a “Las crónicas del Tomi”.
Hoy vamos a hablar de un nuevo viaje “low cost”; hoy vamos a hablar del “World’s Cheapest Travel” (W.C.T. en adelante). Hoy vamos a hablar de un viaje tan divertido como increíble.
Como pasó, o como recuerdo que pasó, se lo cuento. Espero que les guste.

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Todo empezó cuando salió la fecha del partido, hace un par de meses. En los tiempos de crisis que nos toca vivir, con las vacaciones muy recientes, con el abono del Atlético recién renovado (la mayoría a plazos), tocaba recurrir a la imaginación para estar en el Principado de Mónaco. Y después de una temporada con tantos viajes improvisados por Europa como la pasada, de imaginación anda muy sobrada la Afición Atlética.
Lo prioritario era buscar un vuelo barato que dejara en las cercanías del feudo de Su Alteza Serenísima y Fiestera Alberto II. Viajar directamente a la ciudad anfitriona suele resultar imposible a gran parte de los seguidores por culpa de las dichosas agencias de viaje y de un sistema injusto que les permite reservar la mayor parte de las plazas en vuelos directos para vender los billetes a precio de angulas. Sin muchos problemas se consiguió un vuelo económico (60 € i/v). Lo de la cercanía sigo sin tenerlo muy claro.
Las urgencias hicieron cerrar rápidamente este vuelo. El destino sería una localidad próxima a Mónaco: Gerona. Al ladito mismo del Territorio Grimaldi, vamos. 600 kilómetros de nada.
Lo siguiente será buscar vehículo para acercar a las siete personas (o casi) al Paraíso Monegasco. Don Maxi, amigo y residente en Tarragona, se encargará de las gestiones. Y en estos casos, lo malo de intentar hacer las cosas a gusto de todos es que se suele terminar discutiendo por todo (el color del vehículo, la marca de neumáticos, la distancia entre ejes, las dimensiones de la guantera, …). Tras unos dos billones de correos electrónicos cruzados y muchas noches de insomnio, se conseguirá un vehículo acorde a las características de la expedición; la principal, un maletero amplio donde meter una nevera para la comida y un contenedor para la bebida. Como no podía ser de otra manera, la primera será minúscula y el segundo desproporcionado (para coger una cerveza fresca habrá que zambullirse unos dos metros de profundidad en las heladas aguas del Contenedor del Norte).
El amigo Maxi se encargará también de comprar la bebida (poca cosa esta vez: 96 tercios, 3 botellas de güisqui, 1 de ginebra y refrescos variados), la comida (empanadas varias Hacendado, tortillas españolas Hacendado, ½ kilo de fiambre vario Hacendado, ¼ y mitad de embutido también variado y también Hacendado y toda la gama Hacendado de snacks) y accesorios imprescindibles (servilletas, platos, vasos y palillos comprados en un todo a 50).
De tal manera quedaba todo preparado para que los aventureros desplazados desde Madrid, más el coéquipier y alma máter de la expedición, lleguen a Gerona y salgan zumbando rumbo a un nuevo título europeo.

Y por fin llegó el gran día. Un nuevo día grande. Un día que permanecerá por y para siempre en nuestros corazones: el 27 de agosto de 2.010.
¡Cuánto cuesta madrugar para laburar y qué poquito para, como se dice ahora, irse de farra! Será por aquello de la sarna con gusto. El caso es que a primerísima hora de la madrugada multitud de seguidores atléticos salían de sus domicilios para dirigirse al aeropuerto de Madrid Barajas. El primer metro de la mañana fue literalmente abordado por hinchas rojiblancos que llevaban bastante tiempo esperando en los andenes de tantas y tantas estaciones madrileñas.
En varios trenes se reencontraron muchos amigos después del período estival en el que se pierde esa relación que tanto nos gusta: la camaradería futbolística.

-¡Hombre, Mario! ¿Qué tal estamos?
-Bien, al fútbol.
-¿Y la familia?
-Finalmente no sale Tiago, que lo pone el periódico. ¿La tuya?
-He oído que Domínguez sale por la izquierda.
-¿Cómo vas?
-A Turín. ¿Tú?
-A Gerona.
-Nos vemos allí.
-Allí nos vemos.
-Ponme a los pies de tu chica.
-Póstrame ante la tuya.


En la Terminal 1 nos juntamos 6 de las 7 personas (o casi) que conformábamos la expedición: Berni, Israel, Nacho, Tete, Teto y servidor. Había ambiente de final en el aeropuerto. Especial ilusión me hizo coincidir con mis queridas Mar y Susana, amigas de verdad y atléticas de ley.
La mayor parte tenía como destino Niza, pero no fuimos pocos los que volamos a Gerona.
El vuelo del W.C.T., fue bastante aburrido para lo que suelen ser los trayectos con Ryanair. Los cómicos del avión actuaron muy poquito y no hubo rasca-rasca.
A las 9:45 aterrizaba el vuelo FR9379.

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El séptimo hombre, don Maxi, nos recogió con 5 minutos de retraso en la terminal gerundense. La furgoneta, una Renault Traffic full equip (nevera, contenedor y salchichón) con matrícula de Andorra, salió inmediatamente rumbo a Grimaldiland. La aventura daba comienzo.
Tras decidir ir lo más rápido posible, se hizo la primera parada ¡¡¡a los cinco minutos!!! de iniciado el trayecto. Hay que reconocer que era una parada obligatoria, pues había que comprar hielo, pan y alguna cervecita fresquita (las que había se antojaban insuficientes, ya que cada uno disponía de 14 tercios).
Ahora sí que sí la furgoneta marcharía rauda y veloz a tierras monegascas.
Pues no. Los primeros doscientos kilómetros fueron un infierno. Los que han viajado en autobús saben de lo que estoy hablando. Este vehículo no disponía de W.C. y hubo que hacer unas diez paradas antes de coger la velocidad crucero. Aquí me vinieron pensamientos muy profundos: ¿por qué el único que no tiene ganas de miccionar jamás de los jamases es el conductor? Otro: ¿por qué éste es el único que tiene prisa y no quiere parar nunca?

Pánico.
Nos estamos quedando sin hielo y nos queda la mitad del recorrido.
¡Dios Mío!
Ahora el conductor sí que para en todas las áreas de servicio que encuentra a su paso. En ninguna venden hielo (un amigo pronunciará, tras el partido, una frase rebosante de sabiduría: “yo sería incapaz de vivir en un país que no vende hielo”). Al final, decidimos preguntar en una especie de Centro Comercial.

-Bonjour, mon ami! S'il vous plaît, pouvez vous nous vendre sacs des glaçons pour nos boissons spiritueux? Nous payons très bien. (N.T.:¡Buenos días, maestro! ¿Vende sacos de hielo para las copas? Pagamos lo que haga falta).
-Nous n’avons pas des sacs, mais si vous voulez, vous pouvez prendre des glaçons de la machine (N.T.: No tenemos sacos, sírvanse ustedes mismos de la máquina. ¡Cómo si estuvieran en casa!).


Un poco locos sí que están estos franceses: no venden sacos de hielo y dejan cogerlos de un fabricador de hielo laminado. Lo que imagino que no contarían era con que los glaçons no eran para un par de copas, sino para un inmenso contenedor. La expedición consiguió seis sacos gigantescos de glaçons a coste cero. Tengo claro que algo no les cuadró.
El W.C.T. se había anotado un buen tanto.

Los relevos al volante fueron constantes, y a eso de las 16:00 la Renault Traffic con matrícula de Andorra se plantaba en los inmediaciones de Mónaco. Lo primero seía llamar a alguien para que confirmara (o desmintiera) la terrorífica noticia con la que habíamos amanecido: No se serviría alcohol a partir del mediodía.

-¿Es cierto lo de la ley seca?.
-No, no es cierto. De hecho me estoy tomando una caña …
-¡Qué bien! Ahora vamos.
- … al módico precio de 23 €.
-O sea, que ley seca. Vamos a tardar “un poquitín” más.


Como todavía nadábamos en la abundancia (de hecho, hubo que sacar un poco de agua) no había mayor problema. Si no teníamos acceso a las copas, las copas tendrían acceso a nosotros. Y nos tomamos unas cuantas.
Ya estábamos en nuestra salsa, cuando un Briatore de la vida aparca al lado nuestro. Con un Ferrari, por supuesto. Unos 65 años apuntaba el personaje. La camiseta desabotonada hasta el ombligo nos dejaba a la vista unos pelánganos en el pecho de medio metro y una cadena de 22 cm. de colorado del bueno, como Dios manda, el tío iba que daba gusto verle. Y eso es lo bueno del dinero, que permite vestir al que lo tiene de cualquier manera. El fulano en cuestión salía de fiesta (como decíamos a finales del siglo pasado) con 1.500 €. ¿Saldría mucho el pájaro?
Una copa llama a otra copa. Y, a la que uno se da cuenta, TARDE.

-Ya estamos como siempre, joder.
-Oye a mi no me mires que no llevo reloj.
-A mi tampoco, que aunque lo llevo no lo veo.


Aunque estábamos a 20 km. de Mónaco, hubo que apretar para llegar a tiempo. Tan rápido salió la expedición que se quedó abierta una puerta de la que cayó en plena autopista todo el cristal que se había reciclado. Los coches que seguían a la furgoneta andorrana decidieron dar una distancia de seguridad de 2 km. Las prisas nunca han sido buenas consejeras.

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Y, ¡por fin!, la expedición plantose (guiño a los muchos seguidores del Atlético en Asturias) en Carolinaworld.
Desde el inicio dio gusto ver a tanta gente bien. Supe que estábamos en la Tierra Prometida al ver a tanta señorona con Louis Vuitton y chihuahua dentro. El marido/querido/gigoló suele pasar inadvertido y suele ser muy hortera. Pero Ellas (en mayúscula y de pie) son el Santo Grial de nuestra civilización.
Me llamó la atención que en Mónaco sólo viven Ellas, sus horteras y adolescentes (imagino que hijos de los anteriores). Y el servicio doméstico, “of course”.
Lloré de emoción al ver a guardias y bomberos tan educados y con unos uniformes tan bonitos y tan caros.
Los que no me sorprendieron fueron los seguidores interistas. Vaya o no al fútbol, a un italiano se le reconoce por sus gafas de sol fashion y, en verano, por su bronceado. Las gafas cuanto más grandes, mejor; así todos sabemos que son falsas.

Reflexión:
No sé muy bien qué pinta un partido de fútbol en Mónaco, la verdad. Será cosa de los jerifaltes UEFA, con el despreciable, amargado y cada vez mas orondo, Platini a la cabeza. Unos días a todo trapo en Mónaco debe ser algo impagable. Y como esta gente viaja siempre “by the face”, ¿qué mejor ciudad para derrochar el dinero que se roba a clubs y aficionados? Muy edificante el comportamiento la clase dirigente futbolística. Eso sí, el aficionado, el paganini, que se joda (con perdón). Pero que pague, eso sí.

Ganamos y muy bien en un campo muy feo.
La Afición del Atlético suele estar a gran nivel en los momentos importante. Una vez más, la Afición dio una lección de cómo llevar en volandas a un equipo. El repaso que se llevaron los neroazurri fue importante. Y a uno, que es muy tonto y muy sensiblón, le parece algo muy bonito. Y le hace sentirse orgulloso. Y saca pecho. Y dirá a todo aquel que le escuche: “¡Yo estuve allí y empujé con todos!”.
El Atlético es Pasión.
La gente que no entiende esto piensa que estamos de cachondeo cuando les decimos que no cambiamos “lo de Barcelona” por un título; que “lo de Barcelona” fue uno de los títulos más grandes que ha logrado este Club. No lo entienden. Peor para ellos.
Me gusta que la Afición Atlética esté más cerca del concepto sudamericano de fútbol: la Fiesta está en la Grada, no en el partido en sí. Y a servidor eso le encanta.
Si además el Equipo juega bien y gana, la leche. Y eso fue lo que pasó. Así que todos contentos menos Platini & secuaces e interistas. Es un gustazo ver la cara de Platini cada vez que nos tiene que dar un trofeo, la verdad.
No me gustó la afición interista (¡ojo!: parto de la que es un equipo que siempre me ha caído francamente mal). Una afición muy light que no supo aprovechar su superioridad en la grada para ayudar a su equipo. Eso sí, muy fashion todos.

Uno de los mayores problemas que se nos planteó después del partido fue encontrar dónde estaba aparcada la furgoneta. Ni nos quedamos con el nombre del parking, ni con el nombre de la calle, ni con el nombre del barrio, ni con la parada del autobús que nos llevó al fútbol, ni con nada. A Dios gracias el Principado es pequeño; de lo contrario, siete personas (o casi) estarían dando vueltas todavía.
El momento álgido del viaje llegó durante esta búsqueda. Al no aparecer el aparcamiento se decidió una escala técnica para tomar una cerveza y refrescar las ideas en una pizzería. La idea era hacer un sinpa, pero se nos fue el tema de las manos y fue un auténtico atraco a cerveza armada. Un par de docenas de cervezas fueron confiscadas a coste cero. El W.C.T. volvió a anotar.
Cuando por fin apareció el parking, lo que no funcionaba era el ticket. Un empleado nos lo cambió e hizo ahorrar a los aventureros aproximadamente 150 €. El W.C.T. estaba enrachado.
Para rematar, la expedición se encontró nada más salir con una terraza monegasca y hacía allí se encaminó. Fueron un par de horas densas en la que no faltó de nada: cervezas, copas, comida, más copas. Lo mejor de todo fue que, al estar cerrada, nos salió todo gratis. El W.C.T. iba sin freno.
Haciendo cuentas, Mónaco resultó muy económico. Gastar menos es imposible.

Con la victoria en la talega, bien cenados y mejor bebidos, un problema aparecía en el horizonte de la noche: el hospedaje. Tras rechazar el ofrecimiento de varios amigos de compartir habitación (muy amables Enma y Luis dándonos la posibilidad de dormir por turnos en su suite de Niza), se decidió dormir en primera línea de playa. Y más primera línea imposible, háganme caso. O sea, en la misma playa.
Servidor siempre se ha quejado de la arena en las playas de Roquetas de Mar; siempre le ha parecido una arena incomoda. Vamos que ni le parece arena ni nada de nada. Pues la no-arena en Niza era para verla. La piedra más pequeña debía tener un diámetro de 15 cm. ¡Coño! ¿Para qué tienen playa si no pueden tumbarse?
En ese momento la expedición se dividió: los más responsables dormiríamos a pierna suelta en la furgoneta, mientras el resto se iba de pingo (como dicen en mi pueblo).
Los noctámbulos regresaron contando maravillas de la noche, despertaron a los dormilones y tras un recuento de urgencia, por si acaso, emprendimos camino de regreso a la Patria.

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¡Qué bonitas las vueltas victoriosas! Los peajes parecen más económicos. Los 600 km., convertidos por culpa del GPS, en 800, una fruslería. El trayecto se hace mucho más corto. Hay ganas de pasar a España para comprar los diarios deportivos.
Se comió en Gerona. Muy bien y muy barato. La población gerundense mostró simpatía y admiración hacia el Atlético de Madrid y sus seguidores.
Esto último daría pie a unas cuantas líneas sobre los desgobernantes catalanes. Pero voy a dejarlo para otra ocasión. Únicamente decir que me da mucha pena el mal concepto que se está tomando de Cataluña y sus gentes en el Resto de España por culpa de estos personajes y unos cuantos perroflautas.
Don Maxi debía dejar la furgoneta en Reus, así que a primera hora de la tarde nos depositó en el aeropuerto de Gerona para continuar hacia su destino final. Como el vuelo FR5477 no salía hasta las 20:15, aun hubo tiempo de tomar los últimos refrigerios.
El vuelo salió “on time”.
Y aterrizamos en Madrid “on time”, pero “acojoning”.
Y cada uno marchó por donde vino.
Y el lunes nos volveríamos a ver.

Así fue el viaje y así se lo he intentado contar.

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Desde este humilde casiblog quiero agradecer a la Gente con la que tuve el honor de compartir aventuras y desventuras los magníficos momentos vividos. Va a ser muy difícil repetir un viaje tan divertido; pero, como dijo don Nacho, “¡habrá que intentarlo!”.
El tema de hoy va dedicado a ellos.

¡FORZA ATLETI SIEMPRE!