En alguna crónica
anterior les di la tabarra con el asunto, muy recomendable, de los viajes en
cuadrilla. Esta vez voy a intentar aburrirles con las aventuras y desventuras
de cierto Grupo de Amigos en España y Portugal. Lo primero será poner nombre a
este conjunto de elementos: vamos a llamarlo A Expedição. Sus
componentes serán os expedicionários.
Lo bueno que tienen
los viajes no-previstos es que suelen salir mucho mejor que los organizados con
varias semanas o meses de antelación. Éste, en concreto, no se terminó de
preparar hasta el mismo lunes a mediodía. Finalmente A Expedição estaría compuesta inicialmente por Yosé, Fernandão,
Inácio y Paulo. En Portugal completarían la formación tres miembros más.
Yosé había marchado
unos días antes al pueblo fronterizo de Vilarino dos Aires para preparar el
campamento base del que partirían los aventureros. Nada más terminar la jornada
de laburo, salieron Fernandão y Paulo hacia Vilanova do Palerma donde debían
recoger a Inácio. Éste, con buen criterio, desechó cualquier tipo de provisión
alimenticia.
Al poco de recoger a
Inácio empezó a llover y ya no pararía hasta bien entrado el día siguiente. Por
si fuera poco se añadieron varios momentos de densa niebla, por lo que el viaje
se hizo bastante pesado. Pasada la medianoche llegó A Expedição a Vilarino dos Aires donde Yosé esperaba con supina
paciencia. El encamamiento de los viajeros fue inmediato ya que al día
siguiente había que madrugar y, para qué voy a engañarles, estaba todo cerrado
para cenar y/o tomar algo.
Después de un café
rápido acompañado de tres galletas salvadoras (con las que nos obsequió el
paisano del bar al percibir nuestro estado de desnutrición, aun a riesgo de
perder tres falanges durante dicho favor), Yosé se puso a los mandos de su
furgoneta rumbo a Pocinho, localidad a orillas del Douro desde donde partiría
el tren que nos llevara a Porto. Fue muy curioso el debate mantenido sobre qué
hora era en España y qué hora en Portugal: ¿habría que adelantar o atrasar los
relojes? Les comento que el asunto duró todo el viaje, ocasionando momentos delirantes
como tendrán ocasión de comprobar más adelante.
Parte del camino
discurrió por la increíble zona de los Arribes, visitándose el Salto de
Villarino (o Presa de la Almendra, como prefieran). Fue entonces cuando A Expedição se vio en la imperiosa
necesidad de llenar la nevera que, con buen criterio, había desplazado. Lo que
más costó fue encontrar hielo, pero finalmente una amable posadera de Pocinho
nos consiguió una bolsa. Después de una agría polémica (lata o botella, quinto
o tercio, con jamón o barbacoa, …), se cogió el tren que nos depositaría en
Porto tres horas y media después. El viaje fue una auténtica maravilla, a pesar
de la lluvia, con Yosé muy cómodo y acertado en su papel de cicerone, dando
auténticas clases magistrales de paisaje, flora y fauna, viñedos y bodegas.
En Porto nos aguardaba
o expedicionário Xavier Metal, que nos ayudó a encontrar alojamiento en el
barrio residencial de Campanha. A
Expedição se alojó en el reconocido Palacio Poveira (Rua Estação 56), famoso por su escalinata sacada de Sissí Emperatriz. Hubo un pequeño tira
y afloja en la disposición de las habitaciones, pero finalmente Fernandão se
agenció la suite individual, alegando no sé qué problemas respiratorios,
mientras el resto hubimos de hacinarnos en la fastuosa suite triple.
Quedaban varias horas
para el partido y comenzó la ruta turística por Oporto; es decir, se bajó al
bar a tomar unas Super Bock bien fresquitas mientras se esperaba a Catinha y Os
Nervos, con lo que se terminaba de conformar A Expedição. Lo que iba a ser una cerveza se convirtieron en unas
cuantas (lo típico, vamos) hasta que alguien sugirió que el horario portugués
era más British que Patrio y con el ritmo mantenido probablemente no
llegaríamos ni a cenar. Con las mismas marchamos a la ciudad vecina (tan solo
hay que cruzar el Douro) de Vila Nova de Gaia donde nos esperaba con los brazos
abiertos ese templo de la Gastronomía lusa llamado “O Bacalhoeiro” (Av. Diogo
Leite, 74). En un alarde de originalidad la expedición (casi) al completo comió
polvo (pulpo, marranos) y bacalhau à brás, todo bien regado con un Vila Régia
que sorprendió a todos (y más por el precio). El café, como siempre, delicioso.
Hago un pequeño inciso
para decir que el bacalhau à bras es uno de los platos favoritos del tipo que
les hace perder el tiempo con este rollazo de casiblog. Lo ha comido en
numerosos sitios y momentos, pero era la primera vez que lo hacía antes de un
partido de fútbol. Error garrafal: la sed pasada durante el encuentro fue bestial.
Y si hablamos de sed,
¡qué mejor manera de paliarla con unas copas en la ribera portuense del Douro!
De tiempo, en teoría, no íbamos muy mal. Terminamos de comer a las 18:45 y tras
hacer las cábalas oportunas llegamos a la conclusión, en teoría, de que quedaba
hora y media de copeteo. El no ver a aficionados atléticos nos hizo intuir que
algo no funcionaba. ¿Dónde eran las 18:45? ¿En España o en Portugal? ¿A qué
hora empezaba el partido? Aquí todo el mundo tenía claro que, en teoría, a las
20:45. Efectivamente, 20:45 ¡pero en España! Tras concienzudos análisis de los
miembros más leídos de A Expedição se
comprobó con auténtico pavor que quedaba menos de una hora para el encuentro y
que íbamos tarde (y ya no “en teoría”). Con las mismas se cogió un taxi, el
taxista llamó a su cuñado, ¡pedazo de Mercedes-pirata que manejaba!, y entre
ambos nos llevaron a los siete al precioso Estádio do Dragão.
En el mismo aguardaba su
entrada, retenida por la policía portuguesa, la Afición Atlética, compuesta
mayoritariamente en esta ocasión por sufridos y abnegados peñistas. El racial
peñista suele entregarse bastante en todas las ocasiones, alientan como si
fuera el último partido (saber o no la canción es secundario), pero
generalmente tienen un pequeño problema: son muy mirados con esos números que
vienen en la entrada del partido y que muchos no nos preocupamos en mirar.
-“Perdone, pero está usted en mi localidad”.
-“¡Hombre de Dios, si tiene 15.000 asientos vacíos
al lado!”.
-“Ya, pero es que es mi sitio, aquí lo pone”.
-“Bueno, bueno, siéntese usted”.
Para evitar
situaciones incómodas, y el mal genio que se gasta Inácio en ocasiones
similares, os expedicionários se ubicaron a ras de césped. Y con el bacalhau
casi sin digerir y la consecuente sed galopante dio comienzo el partido.
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Con lo que pasó en el terreno de juego no voy a darles la matraca. Imagino que habrán visto el partido o leído crónicas de auténticos maestros de la pluma rojiblanca. Voy a hablarles únicamente de “sensaciones”.
He de reconocerles que
a servidor le terminó cayendo muy bien el maestro de sensaciones que fue Quique
Sánchez Flores y tenía muchas ganas de expresar las propias después de un partido.
Allá van:
-Sensación número uno:
el Porto FC nos pasó por encima en la primera media hora. Los portugueses
salieron disfrazados … ¡de Atlético!
-Sensación número dos:
el Atlético, a pesar de ser ampliamente dominado, demostró ser un conjunto
sólido atrás y apenas concedió dos ocasiones en todo el partido (el gol y un
lanzamiento de falta en la segunda parte).
-Sensación número
tres: el punto de inflexión del partido viene cuando empieza a equilibrarse y
el rival recibe el primer susto (cabezazo del gran Raúl García al larguero). En
adelante será rojiblanca la sensação de tenerlo todo bajo control.
-Sensación número
cuatro: la estrategia esa de la que todo el mundo habla se muestra fundamental
en el fútbol actual. Los dos tantos de la remontada llegaron así (como también
lo hizo el suyo).
-Sensación número
cinco: ¡Con lo a gusto que se estaba “de incógnito”! Confiando en la
superioridad demostrada años pasados, el entrenador del Porto FC no estudió lo
suficiente al Atlético y pasó lo que pasó. Creo que hasta aquí ha llegado “el
tapado”. El excelente secretario técnico y horripilante entrenador francés
Arsène Wenger ya ha abierto la bocaza y nos pone en el carro de favoritos para
ganar la Champions.
-Sensación número
seis: este año hay Equipo para dar la cara en Liga y Champions (no sé cómo nos
tomaremos la Copa). No se asusten, pero creo que dependemos mucho del acierto o
no en el fichaje de Guilavogui. Si el tío sale bien, estaremos más arriba de lo
que incluso nosotros nos imaginamos. Si sale fiasco ….
-Sensación número siete: as sensações são
boas.
Y con 1-2 nos
marchamos.
Pero no nos marchamos
a casa, evidentemente. Dueños ya de la Rua Estação, A Expedição se reorganizó en su cuartel general y continuó el desfile
interminable de Super-Bock (tanto en fino como en garrafa) y bocadillos.
En ese momento sucedió
algo realmente alarmante: se disparó la alarma (ruego me disculpen, lo creí
gracioso) del negocio más próximo. En un primer momento no se le dio mayor
importancia. Una hora después seguía sonando la alarmita y la preocupación
empezó a ser máxima: la suite triple daba a la calle. Dos horas más tarde,
intentando conciliar un sueño reparador, la dichosa alarma seguía sonando. Tres
horas pasaron y seguíamos sin poder dormir por la alarma de los cojones.
Vencidos por el cansancio, no sabemos a qué hora paró la puta alarma.
El miércoles se destinó
a hacer turismo por la ciudad; es decir, más cerveja. No obstante, también se
estiraron un poco las piernas y se pudo comprobar con una paisana que el ducharse
por las mañanas es más aconsejable que el vestirse con esmero. Llegaron
entonces las despedidas y Xavi Metal salió hacia el aeropuerto local. Poco
después Inácio abandonaba A Expedição,
volviendo a Madrid en el vehículo de Os Nervos y Catinha. Sus excamaradas le
llamamos desde entonces “O segurador das velinhas”.
A media tarde se cogió
el tren para desandar lo recorrido el día anterior. Más cansados que atentos al
encantador recorrido los restos de A
Expedição llegaron a Pocinho. El camino desde esta localidad hasta Vilarino
dos Aires se convirtió en un pequeño infierno en el que no faltó un calentón
(del coche, marranos) en la zona de los Arribes que hizo temer una noche a la
intemperie. Afortunadamente paró un coche (la media de vehículos por esa carretera
es de tres al día) que nos dejó agua para poder continuar hasta Vilarino, a
donde llegamos tras dar un rodeo de unos noventa kilómetros para evitar
carreteras empinadas que pudieran ocasionar otro calentón. Ya en los dominios
de Yosé cambiamos al vehículo de Fernandão para poner rumbo a Madrid.
Pasada la medianoche,
a Dios Gracias, os valentes expedicionários fueron licenciados.
Madrid, día noveno del décimo mes del año de
Nuestro Señor Jesucristo de 2013.