En el Día de Todos los Santos, Día en el que recordamos, lloramos y, mejor, reímos a nuestros Ausentes, hoy me he dicho (miento, porque llevo dándole vueltas toda la semana) que por qué coño no recordamos a los que aún tenemos la inmensa suerte de que sigan con nosotros, de los que tanto aprendemos y a los que tanto queremos. Así que vamos a ello y desde este humilde casiblog voy a intentar juntar unas cuantas palabras para homenajear a un Amigo mío.
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Ayer no vino en el
autobús de la Peña Rock and Roll nuestro socio más veterano. Poco antes del
inmenso partido que jugaría el Atlético de Madrid, se le condecoraría
con la Insignia de Oro y Brillantes tras sesenta y cinco años continuados como
socio, antes, y abonado, después, de nuestro Club. Don Antonio Berasategui
Cano, más de noventa años le contemplan, recibió el homenaje que merecía por
parte del Club al que ha seguido, sigue y seguirá durante tanto tiempo. Él y un
puñado de Atléticos, pata negra, fueron agasajados como Dios Manda tras
tantísimos años de Lealtad.
Mil batallas han
contemplado esos ojos azules (preciosos, permítame, don Antonio), muchas
victorias, tantas derrotas, pero siempre adelante con Coraje y Corazón. No se
enfade, don Antonio, si me niego a tutearle o quitar el Don que antepongo
siempre a su nombre. Dice Usted que le hago parecer mayor, pero a nuestros Mandos
aprendí a tratarlos así.
Don Antonio viene
acompañado siempre por su fiel escudero, caballero del mañana, Marcelo, nieto ejemplar que respeta con inmensa devoción a su
Mayor. Algunas veces también viene la incomparable (con permiso, don Antonio)
Maribel, admirada Gwenhwyvar, que nos obsequia con su presencia en menos
ocasiones de lo que quisiéramos todos sus admiradores. Hacen ustedes una pareja de guapos, pero de guapos de verdad.
Don Antonio, insisto, viene siempre. Siempre adelante. Conquense, afincado en San Sebastian durante tantos años, nos honra partido tras partido con su presencia. Y sé que detrás de ese corpachón, donostiarra de adopción, se esconde una timidez, casi pueril, al que estas torpes líneas ruborizarán. Pero créame, don Antonio, que este homenaje que me atrevo a intentar hacerle es justo, merecido y necesario. Y estoy seguro, Don Antonio, que nuestro añorado Don Fernando estará esbozando esa sonrisa suya tan característica, sabedor que su Amigo recibió ayer la Insignia, aunque ambos hayan sido mas de hechos que de medallas.
Por último, Don Antonio, quiero
mandarle ese abrazo recio con que nos saludamos siempre, con el que nos
despedimos ayer y con el que nos veremos mañana. HONOR