Atlético por la Gracia de Dios.

Quiero dedicar este blog a mi hermana pequeña Pilar, que está en el Tercer Anfiteatro del Calderón compartiendo grada con muchos de los nuestros. Va por ella. Va por ellos.

lunes, 24 de mayo de 2021

Adiós a mi TAC (Trastorno Atlético-obsesivo Compulsivo).


Tras una temporada realmente agónica, con un final tremendo y el título de liga en las vitrinas, he decidido poner punto y final a todas mis manías. Los que me conocen bien, saben que
alguna tengo.

¿Por qué quiero terminar con este TAC? Básicamente, porque cada vez se me hace más cansado tener que estar pendiente de tantas cosas y, sobre todo, porque me ha impedido bastantes veces hacer una vida normal. Alternar, vestir, andar, afeitarme o cortarme el pelo, han sido cosas que se han visto afectadas de una u otra manera, para asegurar la victoria. Últimamente, además, no me está gustando nada el rechazo, cercano a una manía irracional, que comienzo a sentir hacia gente (amigos algunos) que considero gafe. Ni la excesiva dependencia que proyecto hacia personas talismanes. Muy sano no es, ya les digo.

¿Cómo terminar con este TAC? Va a ser muy fácil: contándoselo a todos ustedes. Porque otra de mis manías ha sido no haberlas comentado nunca con nadie, para que todas esas cosillas continuaran siendo efectivas. Pero hasta aquí hemos llegado.

Así que allá vamos.

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Aún me acuerdo cuando era una persona normal. Todo se empezó a torcer la temporada 95/96.

Aquella campaña, realmente magnífica, comenzaron a aparecer una serie de cosas que terminaron por hacerse costumbre, partido sí, partido también. No eran muchas y se centraban principalmente en el atuendo: misma bufanda, mismas Martens, mismos vaqueros, misma camiseta, mismos tirantes, una gorra espantosa de Georgetown Hoyas, …. Sólo una cosa se salía de esto: una moneda de dos mil pesetas, la misma siempre, que todos los partidos guardaba en el bolsillo del reloj de los mismos pantalones.

A medida que la temporada fue avanzando y un Doblete inimaginable se iba acercando, empezaron a acentuarse los síntomas y llegué a volverme, por ejemplo, a casa desde el Calderón por haber olvidado alguna de las cosas mencionadas. En uno de los pocos viajes que no pude hacer (Valencia en Copa, creo que era entre semana), llegué a ponerme todo el atuendo estando en el salón de mi casa, tras ir perdiendo 2-0 al descanso. Todo terminó, tras una segunda parte antológica del Atlético, como ustedes ya saben.

Con Liga y Copa en la talega, decidí que ya estaba bien de hacer el majadero y que había que volver a la normalidad. Nunca había sido especialmente maniático y comenzaba a preocuparme un poco. El día que rompí definitivamente (o eso pensaba) con todo fue en la boda de un buen Amigo. Ese día metí en un sobre, junto al dinero correspondiente, la moneda de dos mil pesetas. Sin decirle nada, ese fue realmente mi regalo.

Luego vinieron muchos años de plomo. Cada vez que iba a casa de aquel buen Amigo, acudía a mi pensamiento la idea de robarle la moneda. Pero no me atreví. Nunca. Ni siquiera a pedírsela de vuelta.

Durante todos esos años recuperé una normalidad que iba en dirección contraria a los éxitos futbolísticos.

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Debió ser, más o menos, hacia la llegada de Diego Pablo Simeone a nuestro banquillo. De pronto, volvíamos a pelear cada partido. Las temporadas ya no terminaban en noviembre. Se volvió a luchar por todo. Se ganaron Ligas, Copas, Europas Leagues, Supercopas varias, …. Se peleó, incluso, a muerte por la Champions (dos finales, alguna semifinal, …). En definitiva, conseguimos vivir diez años mágicos (y los que quedan), en los que mi TAC se agudizó día a día, partido a partido.

Les voy a enumerar las veinte principales manías (son infinitas más) que he conseguido desarrollar para partidos en los que hay algo en juego (casi todos últimamente):

  1. Camiseta. Llevo yendo al fútbol con la misma camiseta desde la temporada 12/13. Se me cae de vieja ya, pero …. Siempre, eso sí, con una camiseta interior (que sólo cambia tras derrota). Y eso que prácticamente todas las temporadas me compro la nueva equipación (alguna tengo sin estrenar).
  2. Pantalones. Hasta que el Equipo pierde un partido, llevo los mismos vaqueros siempre. Sólo después los cambio. Se preguntarán por qué los pantalones sí y la Camiseta no, y no sé qué decirles, la verdad.
  3. Deportivas. Igual que con los pantalones, sólo se cambian en caso de derrota. Si ésta tarda, pues a aguantar con ellas. Sólo en el Atlético-Sevilla de esta temporada, en plena Filomena, me he visto obligado a cambiar las deportivas de la victoria anterior por unas botas de montaña.
  4. Abrigo. Se cae de viejo ya el pobrecillo, pero intento llevar siempre el mismo abrigo impermeable que me regaló en su día mi Hermano Nacho. Haga frío o haga calor, que ni les cuento lo mal que lo paso por estas fechas.
  5. Bufanda. La bufanda es otra de las cosas que puedo permitirme cambiar sólo tras una derrota. Como últimamente apenas se producen, sólo puedo utilizar dos o tres por temporada. Recientemente cambié la que tocaba en esos momentos por una mascarilla a un gran Colega, al que todos los partidos envío un mensaje para que se la ponga. Puede ser que toque, como últimamente, varios partidos seguidos una de lana gruesa en plena ola de calor.
  6. Barba. Si no la he tenido en todo el año natural, me la dejo si se acerca un título (los que me tengan en foto podrán comprobarlo). En cambio, si me la he dejado, apurado perfecto los días de partido.
  7. Pelo. De lo que peor he llevado. Cuando una temporada entra en ebullición, no me lo corto hasta que termina. Es bastante frecuente verme con unas greñas indecentes por estas fechas.
  8. Cruz. En el bolsillo del reloj meto en cada partido, una pequeña Cruz de oro, recuerdo de mi Primera Comunión. Llegué a perderla hace muchos años en el mar, un día de fuerte oleaje, en San Vicente de la Barquera. Al día siguiente, dando un paseo por la playa, la encontré milagrosamente en la arena. Infinidad de veces se me ha extraviado, pero siempre he terminado encontrándola. Gracias a Dios.
  9. Santiguamiento. Tres veces el día de partido: al salir de casa, al salir del piso y al salir de la comunidad. Lo que empezó sólo un día de partido gordo, terminó por hacerse necesario cada vez que salgo de casa.
  10. Baldosa. Todos los días desde hace cinco años me tengo que posicionar sobre la misma baldosa del andén donde hago transbordo para esperar el metro. Si alguien está en mi baldosa, me toca esperar al siguiente convoy.
  11. Paso de cebra. Para cruzar la calle que baja a mi bloque es necesario que vaya casi saltando sobre las líneas blancas sin caer en la oscuras, para acabar cayendo dentro de la tapa de registro correspondiente junto al semáforo.
  12. Tapas de registro. Desde hace unos meses intento caminar sin pisar ninguna, salvo la mencionada en la manía número 11. No se imaginan ustedes la cantidad de tapas que tenemos en Madrid.
  13. Tabaco. En la cancha se dispara, pero estos últimos meses he conseguido racionalizar el número de pitillos al hacerlo por minutos del encuentro de marras: cinco minutos antes del inicio, minuto 22:30, descanso, minuto 67:30, final. Si la cosa va ajustada, los últimos minutos se fuman fuera.
  14. Mechero. Después de la final de Hamburgo, me requisaron en el aeropuerto de Bruselas un zippo (me acordé mucho después en el Camp Nou). Así que me compré uno personalizado. Tiene que estar en cada partido y, por supuesto, prender todos los pitillos con él. Lata de gasolina siempre en casa.
  15. Teléfono móvil. Durante las dos horas de partido he de mantenerlo aparcado y apartado. Sólo en el descanso puedo permitirme alguna incursión, normalmente para ver alguna tontería.
  16. Bar. A pesar de perderme bastantes saraos, tengo que ir siempre al mismo bar, al Despacho. Los parroquianos que allí nos juntamos lo hacemos con nuestras cosillas. Todos. Seguro. Al nuevo se le mira con recelo y ha de pasar el detector de gafes.
  17. Asiento. En el Estadio tengo que estar, más o menos, en el mismo sitio. En el bar tengo que ponerme, sí o sí, en el mismo sitio y, a poder ser, en el mismo taburete (hace poco me regalaron el que fue mi taburete en el Red Córner). No sería algo especialmente malo; si no tuviera que colocar a la gente, como me he visto en la obligación de hacer en los últimos tiempos.
  18. Camino. Los trayectos que recorro durante la semana han de ser exactamente los mismos, vaya al trabajo o al bar. Sólo tras la pérdida de un partido los puedo cambiar, principalmente el de camino al bar.
  19. Mascarilla. Desde que nos vemos obligados a ir enmascarados, he desarrollado la sana costumbre de tener una mascarilla para lunes/martes, martes/miércoles y día de partido. Otra la utilizo los miércoles/jueves. Hay una más para los jueves/viernes. El fin de semana, días sin partido, lo tengo de libre elección.
  20. Radio. Hace tiempo dejé de escuchar los deportivos al acostarme. Ahora lo hago con Rock FM. Error. Durante el fin de semana debo encadenar cinco canciones en las que saque grupo y tema. Hay veces que me he pasado tres horas intentando enganchar la racha. Dentro de este punto se puede decir que, desde hace años, el día de partido tengo que ponerme el I gotta feeling en algún momento.

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A lo que íbamos, hasta aquí he llegado. Han sido unos años increíblemente bonitos, pero muy angustiosos. No se imaginan las vueltas que le puede dar uno a la cabeza por si ha dejado alguna sin hacer. Para que se hagan una idea, viene a ser, más o menos, como cuando muchos de ustedes vuelven al coche para asegurarse de que lo han cerrado, sabedores de que lo han hecho.

Permítanme, para acabar, disfrutar de ese 0,0001% con el que que he participado estos años en los títulos del Atlético. Me lo he currado.

Así que, adiós TAC.

Hasta aquí hemos llegado.

O no.

4 comentarios:

Alejandro Pérez dijo...

Es usted un grande, señor Mármol.

Enhorabuena por la liga!

Paul Marble dijo...

Igualmente, Amigo. A disfrutar, que nos lo hemos currado.
Un abrazo.

Unknown dijo...

Sr. Mármol seguiremos con nuestras cosas en el Despacho, en el bus, etc....
Grande

Paul Marble dijo...

Qué no, que no. Soy un hombre nuevo y, de momento, sin "cosas".