Antes de intentar juntar unas cuantas palabras, desde este
humilde casiblog me gustaría dedicar un recuerdo a todos los que nos están
dejando durante esta pesadilla que no acaba de terminar. Muy especialmente, me
gustaría recordar a tantos de los Nuestros que se nos están marchando,
demasiado temprano, camino al Tercer Anfiteatro. Descansen todos ellos en paz.
También quiero mandar todo el ánimo del mundo a todos los
Amigos que lo han pasado, o lo están pasando, francamente mal. A esos Amigos,
que con su trabajo nos llenaron de alegría o nos hicieron la vida más fácil,
nos va a tocar devolverles la sonrisa; porque con todos Ellos (hosteleros,
taxistas, peluqueros, libreros, …) tenemos la obligación moral de volcarnos en
la medida de nuestras posibilidades. Y lo haremos.
----------
Casi un año ha pasado desde que comenzó esta maldita
desgracia. Todavía recuerdo salir del trabajo aquel día de marzo, viernes 13
(comedia romántica aquella saga, al lado de lo que se avecinaba), sin saber a
ciencia cierta si el lunes podríamos volver al tajo. Cierto es que los colegios
ya estaban cerrados desde el lunes, pero la gran mayoría se tomaba/nos
tomábamos el improbable confinamiento como un pequeño receso de dos semanas. La
situación no parecía muy alarmante, o así nos llegaba desde los que mandan y
dicen saber. Además, el Atlético acababa de eliminar al Liverpool, por lo que
podríamos afrontar con una sonrisa lo que viniera, ¡qué coño! O eso pensábamos.
El sábado la cosa empezó a tornarse inquietante y se hizo
oficial la declaración del estado de alarma por parte del Consejo de Ministros,
anunciado un día antes por el presidente del Gobierno. De tal manera, fuimos
muchos lo que tuvimos que volver deprisa y corriendo a los puestos de trabajo
para coger ordenadores y demás utensilios que nos permitieran trabajar desde
casa (teletrabajo fue uno de los términos y situaciones con el que deberíamos
familiarizarnos). También hubimos de salir a toda velocidad para cargar un poco
más la cesta de la compra, principalmente con cervezas y saladitos para estar
bien cómodos. En principio, ya lo hemos dicho, iban a ser solamente esas dos
semanas; pero a medida que avanzaba el tiempo la situación se iba complicando
cada vez más y no sería hasta el 25 de mayo cuando podríamos volver a la famosa
nueva normalidad, que nos queda infinitamente lejos de lo que entendemos o
entendíamos como normalidad.
Hasta ese 25 de mayo tuvimos tiempo para casi todo lo que no
tenemos tiempo casi nunca. Conseguimos aburrirnos de limpiar la cocina, de
ordenar armarios, de colocar libros y discos, de ver partidos históricos del
Atlético, de la wifi, de compartir espacio 24/7 con convivientes y
convivientas, de pasear a una hora determinada cual recluso peligroso en
prisión de máxima seguridad, de comprar papel higiénico, de intentar hacer pan
o bollería casera, de beber cerveza en el sofá, de los zooms (al principio, la
novedad, muy graciosos; después, rutinarios y aburridos, ya que no había pasado
absolutamente nada desde la última quedada), de escuchar la horrorosa
Resistiré, de aplaudir a los que lo hacen bien, de aporrear cacerolas a los que
lo hacen mal, …. También conseguimos cansarnos de no poder visitar a familiares
y amigos, de ver pasar fiestas y cumpleaños de puntillas, de no poder salir a
tomar un cafetito mañanero o una cerveza vespertina, de no tener perro, del
chándal, ….
Más de dos meses fueron los que permanecimos
confinados/encerrados en nuestros domicilios, cumpliendo la inmensa mayoría con
las medidas que nos eran puestas o impuestas. Durante este período, las cifras
de muertos fueron horripilantes, desmoralizantes (las de contagiados e
ingresados en UCI también, pero nada impacta más que un deceso). Poco ayudó a
mejorar la situación el desgobierno de los unos y la deslealtad de los otros.
Como siempre, el que pagó/paga/pagará la cuenta fue/es/será el ciudadano; con
el agravante de la factura inaceptable que hubieron de pagar demasiados de
nuestros Mayores, a los que (casi) literalmente se abandonó. Lo que sí se
disparó infinitamente fue la tristeza. Y sumidos en ella seguimos.
----------
Al grano.
Y en lo que a nuestra Vida se refiere, poco voy a contarles
que ustedes no sepan. Fueron tres meses los que estuvimos sin Atlético de
Madrid, tres meses sin la Sagrada Camiseta en una cancha. Nos despedíamos un 11
de marzo (o bien entrado el 12, para los que tuvimos el acierto de pedir el
jueves) con una sufridísima clasificación en Anfield Road (partido que vimos en
bucle durante las primeras semanas de confinamiento), para regresar un 14 de
junio, a las 14:00, en San Mamés. Pero no nos engañemos; aun hoy somos muchos
los que consideramos que seguimos sin fútbol. Y es que llevamos casi un año sin
estar con la Familia en la Grada, sin una previa, sin un pospartido largo y tendido, sin
poder abrazarnos con nuestra Gente (abrazarnos para celebrar un gol o para
animarnos en la derrota). Y se nos sigue haciendo duro. Muy duro.
En estos nueve meses de nuevo futbol, hemos intentado matar
el hambre de la mejor manera posible. Hemos podido bajar al bar (al habitual o
al que tuvimos que buscar en nuestro lugar de vacaciones). Nos hemos juntado en
casa (en número y horario variables, intentando seguir una normativa voluble y
casi ininteligible) o en la Peña (Rock and Roll, las más de las veces,
Alcobendas y Cheyenne de Almería tuvo el honor de visitar servidor de ustedes).
Últimamente, incluso, por fin hemos podido asistir a partidos del Madrileño o
del Femenino. Como me comentaba Juanma el otro día en el Cerro, nos ayuda a
soportarlo, es nuestra metadona. Pero necesitamos más. Y lo peor no es esto, ni
mucho menos; lo peor es no saber cuándo volveremos al Estadio y si, cuando
volvamos, lo podremos hacer con total normalidad. Porque empezamos con que iban
a ser dos semanas las que estaríamos sin poder ir al Metropolitano. Luego, que volveríamos
hacia mediados de mayo. Pasaron a darnos septiembre como fecha límite. Finales
de año. Marzo 2021. Y, para serles sinceros, firmaría volver para inicios de la
2021/2022. Y no lo veo claro.
En este tiempo tan nefasto, y es lo que venía a decirles,
¡tanto rollo para esto!, ha habido algo que ha funcionado, a Dios gracias; algo
que nos ha sacado una sonrisa y, lo mejor de todo, una esperanza: el Atlético
de Madrid. El día de partido siempre ha sido para nosotros un día de fiesta y
así decidimos vivirlo en aquel partido de San Mamés o anoche en Valencia, en
casa o en el bar; pero es que deportivamente ha sido espectacular: Una derrota
en liga, tras ¡¡¡TREINTA Y TRES!!! partidos, deja bien a las claras que nuestra
plantilla ha dado todo lo que ha podido y más para ayudarnos a soportar esta
desgracia. No sé ustedes, yo me imagino estos nueve meses con un Atlético en
modo Valencia, por ejemplo y con perdón, y me entra una angustia terrible. Por
todo ello, e independientemente de lo que pase de aquí a final de temporada,
creo que es de justicia dar las gracias a quién nos está proporcionado esta
bendita tabla de salvación, esta vía de escape.
MUCHAS GRACIAS, ATLETI.
Quedamos en deuda.
----------
FORZA ATLETI SIEMPRE